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Cultura

San Roque

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Gibraltar en el Corazón


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Conserva el patrimonio con el que huyeron los españoles del Peñón

La ciudad de San Roque nace de una huida: La de los españoles que abandonan Gibraltar tras la ocupación británica. Salieron con lo mínimo, pero con sus creencias literalmente a cuestas, de ahí que San Roque hoy conserve numerosos objetos religiosos del Peñón y mucha documentación de lo que fue el origen de su original historia. En la oficina de turismo organizan rutas para dar a conocer todo este legado.

El éxodo
Es fácil imaginar esa columna de hombres y mujeres arrastrando sus enseres: unos niños, otros ancianos, cabizbajos, despojados…5.000 personas caminando hacia la ermita de San Roque, situada a unos kilómetros.
Un santuario al que solían acudir con frecuencia. A veces, para suplicarle al patrón que los librara de la peste o de la fiebre amarilla. Otras para echar el día del campo  y  cada 15 de agosto, para rendir culto a San Roque. Una costumbre interrumpida…como tantas otras cosas en 1704. La flota angloholandesa se había hecho dueña del Peñón.

La capilla estaba allí desde 1508 y esta vez volvían tristes y abatidos porque era la colina desde la que mejor se divisaba Gibraltar. Creían que estarían allí unos días para volver en cuanto que fuera posible.

El asentamiento temporal sobre la vieja ermita de San Roque se convertía así en el germen de una nueva ciudad, fundada por los españoles que se marcharon de Gibraltar, marcada para siempre por la historia más sensible de España.

El ayuntamiento de San Roque quedó constituido por mandato real el 21 de mayo de 1706, casi dos años más tarde de que los ingleses invadieran Gibraltar.

El 13 de julio de 1713 el sueño de volver a Gibraltar se esfumaba. Se había firmado el Tratado de Utrech. Un acta que confirmaba la pertenencia británica del Peñón.

Hubo varios intentos de recuperarlo, pero las esperanzas después de varias intentonas y escaramuzas se desvanecían. Dos cañones que se utilizaron en el asedio se encuentran expuestos en el mirador Poeta Domingo de Mena.

En 1735, los exiliados,  colocaban la primera piedra de la nueva parroquia de Santa María la Coronada donde se encontraba la antigua ermita. Un siglo después, el templo remataba la colina desde la que se tenían las mejores vistas de la tierra perdida. Una parroquia que se ha convertido en la gran depositaria de la mayoría de los bienes que los emigrantes pudieron trasladar a su nuevo emplazamiento.



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SEMANA SANTA DE GRAN VALOR ICONOGRÁFICO

El patrimonio de Gibraltar también queda patente en la Semana Santa de la ciudad. La Junta de Andalucía la ha declarado de interés turístico, por su gran valor iconográfico, por la belleza de la comitiva en su transcurrir por las calles empinadas y porque el Viernes Santo se celebra la Procesión Magna, en la que salen catorce pasos desde la Iglesia de Santa María, seis de ellos originales de Gibraltar.

Sebastián Araujo, autor de “La Parroquia Santa María la Coronada” relata cómo el cura gibraltareño Juan Romero de Figueroa resume lo que había ocurrido en aquellos años: habla primero de “fatal suceso”, después de “la pérdida” y por último de “el éxodo”. Luego vendría la resignación. Romero Figueroa se había convertido en un héroe que “con habilidad y paciencia logró sacar de Gibraltar el archivo, imágenes, alhajas y objetos religiosos”.
Los bienes de Gibraltar fueron llegando a San Roque poco a poco. No se sabe cómo se las arregló el cura, pero Araujo relata episodios como el del Nazareno que estaba en el Peñón. El obispo de Cádiz, que también lo era de Gibraltar, autorizó en 1722 que los genoveses pudieran sacarlo en procesión camino de Campamento, circunstancia que aprovecharon los devotos sanroqueños para hacerse con él, llevarlo hasta la ermita y no dejar que volviera.  Hoy se encuentran en la capilla de la Visitación de Nuestra Señora.

Antonio Pérez Girón, cronista de la ciudad relata en su “Breve Historia de San Roque”  otra anécdota: “la imagen de San José salió caballo, como si fuera una persona, cubierta con capa y sombrero”.  

El Éxodo: primero la gente
Esta salida de los gibraltareños ha marcado la construcción del pueblo de San Roque y también a sus artistas, como recuerda el conmovedor altorrelieve de El Éxodo que se puede contemplar en el Palacio de los Gobernadores.

Luis Ortega Bru, Premio Nacional de Escultura, se volcó en este emotivo labrado en madera para devolver el protagonismo a las personas; para que todo el mundo supiera que antes de la alta política y el litigio internacional, estuvo el dolor de la gente.

La escultura de pino tiene unos tres metros y medio de ancho, uno y medio de alto, 40 centímetros de fondo y está expuesta en la fuera también antigua sede de la Comandancia Militar de la zona, desde la que se planearon muchos de los ataques para recuperar Gibraltar.

En el Palacio también se encuentra una réplica del Pendón de Gibraltar (el original está en el Museo) y también de una de las obras más famosas de este prolífico escultor sanroqueño: la puerta de la Secretaría de Estado del Vaticano en Roma.



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LA PÉRDIDA DEL PEÑÓN DE 1704

Aquí lloré a Gibraltar
En la antigua casa consistorial, un edificio neoclásico del siglo XIX, también hay una vidriera que recuerda la pérdida del Peñón de 1704.

En la nueva casa consistorial se conserva la piedra de Varela, en la que se puede leer “Aquí lloré a Gibraltar”, tallada por uno de los primeros emigrantes, el regidor Bartolomé Luis Varela.

Pero si hay un lugar en San Roque que reúne el legado más popular, es el que alberga la iglesia principal.

Santa María La Coronada
La parroquia, contiene numerosas reliquias, entre las que destacan sobre todo las imágenes de los siglos XV, XVI y XVII traídas desde Gibraltar en el siglo XVIII. Y guarda como un tesoro los libros parroquiales procedentes de Gibraltar  desde 1556 a 1704. Es, históricamente, el mismo templo que estaba en Gibraltar.

En el camarín  se encuentra una Virgen del S.XIV procedente de la ermita de  Nuestra Señora de los Remedios de Gibraltar y rebautizada en San Roque como Santa María La Coronada. La patrona de la ciudad traía a un niño junto al pecho, pero ahora lo porta en uno de sus brazos porque el original cayó en las aguas de la Bahía.  
En el altar mayor se encuentra la escultura de San Roque con su perro Melampo, ese que le lamía las heridas y cada día le llevaba pan hasta que la peste se lo llevó, quedando para siempre como patrón de de las epidemias y también de la ciudad.

Junto a él, la imagen de San Sebastián, una talla también del XVI, procedente de la iglesia del mismo nombre que había en Gibraltar. Otro abogado contra la peste.

En la iglesia también se está el Cristo de la Vera Cruz cuya cofradía ya existía en 1610 con una capilla en la calle Real de Gibraltar, hoy conocida como Main Street, la arteria comercial de la colonia.

En la capilla de Ánimas, el Cristo de la Caña –El Moreno- con una hermandad que ya existía en Gibraltar, donde también se fundó la que venera a la Virgen de la Soledad.

En la parroquia, que destaca también por su torre, están enterrados ilustres personajes que murieron en el sitio de Gibraltar como José Cadalso, considerado el introductor del Romanticismo en España, autor  de “Cartas Marruecas”.

El templo fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1974 y Bien de Interés Cultural en 1985.



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UN BOSQUE QUE DATA DE 1800

El Pinar del Rey
La herencia de Gibraltar trasciende el patrimonio cultural.  A solo tres kilómetros de San Roque se encuentra el Pinar del Rey, un bosque que data de 1800, cuando la Marina española plantó pinos y alcornoques con los que obtener madera para construir barcos de guerra.

Los Reyes Católicos habían concedido estas tierras a Gibraltar en el siglo XVI, pero en el XVIII San Roque se convirtió en legítima heredera. Hoy como entonces, sigue siendo ese pulmón verde, ajeno a las tribulaciones históricas, por el que discurre el arroyo de la Alhaja en un campo verde y frondoso de más de 300 hectáreas.  

Tres siglos de ocupación
De especial interés es el Archivo Histórico de San Roque porque alberga toda la documentación del Campo de Gibraltar anterior a la toma de la ciudad: desde las cédulas de los Reyes Católicos a los privilegios, las ordenanzas, exenciones de impuestos, libros y actas capitulares.

En el libro de Pérez Girón, publicado con motivo del tercer centenario de la ocupación, el cronista recuerda que tras la llegada de las tropas británicas, el pueblo –con sus bienes confiscados- marchó hacia las ermitas de San Roque –la mayoría-  Los Barrios, Algeciras, Castellar… una comarca conocida hoy como el Campo de Gibraltar…pero fue San Roque quien más y mejor aglutinó el legado.

Por eso Felipe V convirtió San Roque “en la ciudad donde reside la de Gibraltar” en 1706, una decisión que se ha convertido en lema del pueblo. Inscrita en un azulejo da la bienvenida a todos los que llegan al municipio.


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