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Cultura

Puerto Real

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Museo El Dique


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La JOYA ESCONDIDA DE LA BAHÍA

Parece un territorio inhóspito pero brilla la cúpula bizantina de una capilla. Hemos cruzado la bahía de Cádiz. Se agradece que entre grúas, naves y el óxido del tiempo se levante erguida una hilera de palmeras, yucas y araucarias. Un oasis de vida fuera de lugar. Entra en el www.museoeldique.com de Puerto Real y déjate llevar por las curiosidades de esta historia.

Los astilleros eran una ciudad flotante donde acudían a diario costureras, ebanistas, soldadores, herreros y fundidores para hacer un barco por fuera y vestirlo por dentro.

El comprador pide barcos pero también confesionarios para la iglesia de San Agustín, butacas para el Falla y la estructura del balneario de la Palma, hasta el techo del Gran Teatro gaditano lo fabricaron los astilleros como ellos sabían: como el casco de un buque, pero puesto del revés.



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HACE UN SIGLO

Más de 3.000 trabajadores acudían a diario a este astillero  para construir cruceros, pesqueros, madereros, pontonas o fruteros. Lo que pidiera el cliente.

Pensando en aquellos años, gloriosos por la abundancia de mano de obra, es fácil imaginar a cientos de hombres, colgados de un andamio como los de la emblemática foto de Charles C. Ebbets en Nueva York.
Unos años de paternalismo obrero que pretendía frenar la conquista de los derechos de los trabajadores construyendo junto al tajo un hospital, una escuela, el hospicio,... ¿qué más se podía pedir? Que fueran a misa si era día de guardar.

Es el primitivo recinto de la Compañía Trasatlántica que comienza con el dique de Carena, el dique civil más antiguo de España. En el recinto, enorme, se oye el rumor de las olas y la algarabía de los turistas que comprueban que, en algunos aspectos, el tiempo pasado fue mejor. Sorprende que hubiera una línea Cádiz-Nueva York. Ya no cruza la bahía el Magallanes, pero ahí está la réplica como prueba palpable de que aquí se construyó y que desde aquí surcaba los mares.



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EL ANTIGUO TALLER DE FORJA RESTAURADO

En este paraje industrial luce restaurado el antiguo taller de forja, cubierto en su interior por los nombres de todos los barcos que se han construido desde 1730 en Cádiz, San Fernando o Puerto Real.

Un millar de barcos, algunos tan conocidos como el vapor de Matagorda (1920) que durante muchos años trasladaba a los trabajadores; otros como Juan Sebastián Elcano (1928) o el submarino de Peral de 1889.

Pasear por el taller da una idea de cómo ha ido cambiando la demanda en la construcción de barcos. Unos pedían dragaminas, petroleros, frigoríficos, gabarras. En otra época guardacostas, graneros, ferries y gaseros. Y bulkarries y cementeros y patrulleros y buques hidrográficos. Dos siglos han dado para mucho. Su punto álgido fue en 1982, cuando 5.300 personas trabajaban para la actual factoría de Puerto Real: 4.312 eran de su propia plantilla y 1.168 de la industria auxiliar.

Tras el taller sorprende lo que fue el comedor de los trabajadores, la antigua escuela, el botiquín, todos los edificios básicos de esta gran ciudad que tenía como razón de ser la construcción naval. Y la capilla, un homenaje al primer marqués de Comillas.



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LA JOYA DE LA INDUSTRIA NAVAL ESPAÑOLA

Pero el edificio que explica la historia del recinto es el antiguo cuarto de bombas, el Museo del Dique, con varias salas que cuentan y que muestran maquetas, herramientas, fotografías y documentos relacionados con la construcción naval, la vida de los trabajadores y la evolución de la Ciencia.

Basta mirar el traje de buzo que muestra el museo y que data de 1920, para comprender cómo han cambiado las cosas y todo lo que fueron capaces de hacer aquellos hombres y mujeres con unos medios técnicos tan rudimentarios.

El museo es hoy el depositario de toda la memoria y la documentación de los astilleros que han ido cerrando en España.

La aventura de explicar a los gaditanos la memoria de sus bisabuelos, y a los visitantes, lo que fue la joya de la industria naval española.


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